jueves, 30 de junio de 2022

Capullana del ayer

Poema de Luz del Carmen Arrese Pacherres

Repasando testimonios
como repaso los años
honor a la admiración
que sentí por mis abuelos.
 
Tradiciones de la vida
guardadas en mil cajetas
que reuní mocionada
recordando ratos buenos
 
Permíteme bosquejarte
con palabras enhebradas
mi paisano pensamiento,
que de tu origen encuentra
esparcidas las astillas
imperiosas de mi raza.
 
Madeja de trenzas brunas
relucientes de aceitillo,
piropos engalanados
con sus peinetas de brillo
 
Mejillas de rojo empacho
en faz mestiza tostada
en arcillosa callana
crisoles y porcelanas
 
Diaria habitual catadora
de la chicha y la caballa
luces tus largos zarcillos
con maliciosa sonrisa
y en tu receloso gesto
el matriarcal sentimiento
 
Por sobre los hombros llevas
alforja encantada en hilo
tejida en telar de incas,
en una talega el fiambre
y en la otra, oriunda limeta
tapada con tuza o chante
pa’ que no se caiga el agua
 
Olor de algarrobo tierna
desmayada en el petate
respetuosa cardinal
de tus curiosas costumbres;
luciendo en tu blusa blanca
las chaquiras que cerniste
en las arenas soleadas
 
Patente estoy recordando
a la churre del ayer,
la de los centavos gordos
 
Color intenso es la seda
de su falda, aún señora
peregrina del Cautivo
de Chocan y de Mercedes
faldón oscuro de vuelo
almidonado, albas cintas
bordadas en tus enaguas
tendida sobre la pampa,
escuchando con deleite
chilalos, soñas, choquecos,
con chirimías de alba.
 
Permíteme bosquejarte
en tu deshilada choza
de quinchas, cañas y esteras
que paró tu compañero
allá, sobre la lomada
rodeada de algarrobos,
tamarindos y tarayas,
siendo de una misma laya;
chavelitas y diamelas
presintiendo las entradas
dentro de tu humilde hogar,
aroma a café de olleta,
sahumerio de palo santo
a soledades de chacra.
 
Provocante seducción
son tus calzas coloridas,
pañadora de algodón
de algarroba y chamizas,
no me rezondres si miro
cantar y bailar tonderos
con tus zapatos de sol,
tus escarpines de arena,
curvada, mirando así
tu pañuelo alborotado
 
Un cántico de cololos
en las noches de faena
son de banda en la retreta
bajando a la ciudad ajena
 
Hechura en paja y tejido
tu sombrero entre el gentío
cual cántaros que abrazados
marchan besando tu suelo
Capullana de Sullana
alumbrada por mechones
con tu acento cantarín
¡Miénchicla! ché-guá-yá que ya,
y tu risa escandalosa
cosecha de temporal;
bebes néctar fermentado
en las tinajas de barro
servido en potos redondos
calabazos bien tatuados.
 
Poco a poco ya te pierdo
seducida en lo moderno
como una galleta de agua
que en el tiempo se deshizo
remojada en un pocillo
como un tabanco de cristal
que se quebró con los años.

Arrese Pacherrez, Luz del Carmen

Escritora, profesora y empresaria, nace en Sullana en l948.Estudia primaria y secundaria en el CEP “Santa Ursula”.
A los 15 años ingresa a la Univ. “Inca Garcilazo de la Vega” donde se titula en la especialidad de literatura y Castellano. 
En 1967 recibe el reconocimiento del rectorado por la publicación de su poemario “Poesía, prosa y nada”, 
dedicado a su madre. 
Fue fundadora del Grupo Literario Artístico Sullana (GLAS). 
En 1962 publica “Libreta de notas” y en l968 “Campos negros”
En 1996 la Municipalidad de Sullana le publica su poemario “Retorno de los latidos”.
Otras obras son: “Palabra de capullana”, “Silvando lunas” (1997), “Dixi”,“Canicas de papel” y “Paca Guaraca”, poesía llena de ensoñación y vitalidad.
Considerada como iniciadora de la síntesis poética, estilo original y de singular delicadeza. 
Ha sido antologada en “El hipocampo y las palabras” editado por la Biblioteca Nacional del Perú. 
Hilarante narradora de anécdotas en la que demuestra su amplia cultura. 
Alberto Alarcón, en su obra “Poetas y narradores de la región Grau”, respecto a Carmen dice “...es la poeta que representa el espíritu de transición de las escritoras piuranas hacia la modernidad”. 
J.G. Vargas en el libro “El perverso encanto de las voces” opina: “la perspectiva de Carmen Arrese se torna brillante cuando percibe y bucea el alma, con gran poder de síntesis” .

viernes, 10 de junio de 2022

"Hoy crucé el puente..." Narración de Oscar Agurto Saldarriaga

Con mi hijo a cuestas como un guardián y entre el aroma nocturno y la brisa del valle de los caciques, hoy cruce el puente...

Se avivaron los recuerdos en esta inusual ruta de la noche y estacionadas en el malecón por el obligado rojo del semáforo, apretujadas y llenas de gente, las viejas góndolas recibían ofertas : "tortaasss, mangooos, bodoqueessss". Y los inexpertos mercaderes corrían de aquí y de allá, buscando esperanza, alimentando una ilusión entre el calor del sol y la generosidad de un algarrobo que entre el Chira y el asfalto brindaban sombra y paz.

Hoy crucé el puente...y encontré a los churres en la calle corriendo tras una vieja pelota en improvisadas canchas de fútbol con dos piedras como arcos, jugueteando bajo la tenue luz que los focos, que, encumbrados en embreados postes de madera, la regalaban de manera silenciosa. Al final, la charla obligada de siempre. "Dicen que por el callejón sale el duende, mi tío me ha dicho que sale con un sombrero gigante y comienza a bailar. Yo si lo veo me las pico carajo...Ah, han visto ese hueco en el cerro, si te metes por allí llegas hasta donde está el lagarto encantado -el que es de oro- que vive en la nariz del diablo. Pero el que entra ya no sale nunca. En la puerta del hueco está la tijereta, es un pájaro negro que sólo sale de noche, como las lechuzas, pero cuando canta, seguro que alguien se muere..." Las historias transitaban por las mentes de los agitados deportistas que, sentados en las veredas de las casas vecinas, se convertían en vivaces narradores de historias sin fin hasta que muy avanzada la noche a los gritos de..."Tilo, Wilmer, Tachuela, Cau y otros" sus madres los llamaban a casa para dormir.

Hoy crucé el puente...y caminando de madrugada canasta en mano y un saco vacío y medio escondido, vi como los tallos y las hojas de las plantas dibujaban extrañas siluetas que la luz de la luna proyectaba en la oscuridad que precede al amanecer. Sonidos raros y un corazón agitado por el miedo, no fueron suficientes para detener la búsqueda de mangos, mameyes o paltas que alimenten el sueño de algo mejor. ¿Algo mejor...? era sólo una frase, pero encerraba el pequeño motor para impulsar la creencia de que se podía encontrar algo mejor. Sin chacra, sin propiedades, sin un solo metro de tierra que se pueda decir "mío", solo la solidaridad de la gente hacía que podamos crecer con alegría, con esperanza, con ilusión...

Hoy crucé el puente…y entre los gritos de "pásala, patea carajo, maquéalo bien y tantos otros" que se proclamaban con insospechada libertad en el viejo campín, una cancha de tierra, recordé el recinto obligado de tardes de peloteros y amigos del barrio. "Oe ya, jugamos veinte, veinte y primer gol se quita el polo. Sin trampas ahh. Hay que marcar las áreas con ceniza, jueguen despacio y el que mete la bola donde la "Capri" (se referían al bar La Caprichosa") la va a pedir. Ah, sí quedamos empates jugamos diez y diez pa ver quien se come el pollo y paque jueguen los demás". Y allí, en ese pequeño torneo mundial, donde no había un árbitro y se confiaba en la palabra y se pedía la opinión de un mayor para sentenciar si un gol fue hecho dentro o fuera del área y se le daba un reloj para que controle el tiempo, también se recorrían para el deleite de la afición los chupetitos, los chocolatines, los tamales de choclo verde y la chicha morada. Y allí crecimos, entre el coraje del barrio, la tradición de la gente, el murmullo de la amistad y la majestuosidad de los cerros del cacique.

Hoy crucé el puente y la nostalgia me volvió niño y encontré a mi madre jugando con mis cabellos ensortijados, apostado en su regazo, mirando como de a poquitos se encendían los focos del pueblo. Me preparaba para acompañar a mi padre, y pegados a nuestra vieja radio a pilas sintonizar RNE...Radio Nacional Espejo (una radio del Ecuador), para escuchar las historias de "El Rayo de Plata" con su soñador "serranito" o los actos justicieros de "Porfirio Cadenas" y también los consejos de "serenidad y paciencia mi querido amigo, mucha paciencia..." del gran Kalimán. De allí también me alimenté y seguro hay más historias.... Por hoy, creo que es suficiente, pues me dio una gran alegría cruzar el puente y espero no dejarlo de hacer.

Oscar Agurto
Saldarriaga




martes, 7 de junio de 2022

"El sueño del pongo", cuento de José María Arguedas

Con este cuento, “El sueño del pongo” José María Arguedas patentiza el trato discriminatorio a la raza indígena y que propone reivindicar a través de su obra como escritor y antropólogo.

Las celebraciones a realizarse en este mes de julio del 2021, no deben solo relacionarse por los 200 años de la independencia nacional, sino también abarcar desde la llegada de los delincuentes españoles liderados por el tal Pizarro, sujeto asesinado por uno de su propia pandilla, esto es hace 500 años.

La raza indígena sigue sojuzgada, con la llegada de los españoles y con quienes en estos 200 años de independencia dominan nuestro país

El mensaje que Arguedas grafica en el cuento “El sueño del pongo” aún sigue vigente en la realidad peruana. Basta por este cuento al escritor se le debió asignársele el premio Nobel de literatura, claro que fue instaurado después, y de ninguna manera a quien se lo dieron.

El texto de este hermoso cuento lo presentamos aquí…

“Al que le caiga el guante que se lo chante” …

“El_sueño_del_pongo”

Un hombrecito se encaminó a la casa ­hacienda de su patrón. Como era siervo iba a cumplir el turno de pongo, de sirviente en la gran residencia. Era pequeño, de cuerpo miserable, de ánimo débil, todo lamentable; sus ropas, viejas.

El gran señor, patrón de la hacienda, no pudo contener la risa cuando el hombrecito lo saludó en el corredor de la residencia.

- ¿Eres gente u otra cosa? -le preguntó delante de todos los hombres y mujeres que estaban de servicio. Humillándose, el pongo no contestó. Atemorizado, con los ojos helados, se quedó de pie.

- ¡A ver! -dijo el patrón- por lo menos sabrá lavar ollas, siquiera podrá manejar la escoba, con esas sus manos que parece que no son nada. ¡Llévate esa inmundicia! -ordenó al mandón de la hacienda.

Arrodillándose, el pongo le besó las manos al patrón y, todo agachado, siguió al mandón hasta la cocina.

***

El hombrecito tenía el cuerpo pequeño, sus fuerzas eran sin embargo como las de un hombre común. Todo cuanto le ordenaban hacer lo hacía bien. Pero había un poco como de espanto en su rostro; algunos siervos se reían de verlo así, otros lo compadecían. “Huérfano de huérfanos; hijo del viento de la luna debe ser el frío de sus ojos, el corazón pura tristeza”, había dicho la mestiza cocinera, viéndolo.

El hombrecito no hablaba con nadie; trabajaba callado; comía en silencio. Todo cuanto le ordenaban, cumplía. “Si, papacito; si, mamacita”, era cuanto solía decir.

Quizá a causa de tener una cierta expresión de espanto y por su ropa tan haraposa y acaso, también, porque no quería hablar, el patrón sintió un especial desprecio por el hombrecito. Al anochecer, cuando los siervos se reunían para rezar el Ave María, en el corredor de la casa-hacienda, a esa hora, el patrón martirizaba siempre al pongo delante de toda la servidumbre; lo sacudía como a un trozo de pellejo.

Lo empujaba de la cabeza y lo obligaba a que se arrodillara y, así, cuando ya estaba hincado, le daba golpes suaves en la cara.

-Creo que eres perro. ¡Ladra! -le decía.

El hombrecito no podía ladrar.

-Ponte en cuatro patas -le ordenaba entonces.

El pongo obedecía, y daba unos pasos en cuatro pies.

-Trota de costado, como perro -seguía ordenándole el hacendado.

El hombrecito sabía correr imitando a los perros pequeños de la puna.

El patrón reía de muy buena gana; la risa le sacudía todo el cuerpo.

- ¡Regresa! -le gritaba cuando el sirviente alcanzaba trotando el extremo del gran corredor.

El pongo, volvía, corriendo de costadito. Llegaba fatigado.

Algunos de sus semejantes, siervos, rezaban mientras tanto el Ave María, despacio rezaban, como el viento interior en el corazón.

- ¡Alza las orejas, ahora, vizcacha! ¡Vizcacha eres! –mandaba el señor al cansado hombrecito. -Siéntate en dos patas; empalma las manos.

Como si en el vientre de su madre hubiera sufrido la influencia modelante de alguna vizcacha el pongo imitaba exactamente la figura de uno de estos animalitos, cuando permanecen quietos, como orando sobre las rocas. Pero no podía alzar las orejas.

Golpeándolo con la bota, sin patearlo fuerte, el patrón derribaba al hombrecito sobre el piso de ladrillo del corredor.

-Recemos el Padrenuestro -decía luego el patrón a sus indios, que esperaban en fila.

El pongo se levantaba a pocos, y no podía rezar porque no estaba, en el lugar que le correspondía ni ese lugar correspondía a nadie.

En el oscurecer, los siervos bajaban del corredor al patio y se dirigían al caserío de la hacienda.

- ¡Vete pancita! –solía ordenar, después, el patrón al pongo.

***

Y así todos los días, el patrón hacía revolcarse a su nuevo pongo, delante de la servidumbre. Lo obligaba a reírse, a fingir llanto. Lo entregó a la mofa de sus iguales, los colonos.

Pero... una tarde, a la hora del Ave María, cuando el corredor estaba colmado de toda la gente de la hacienda, cuando el patrón empezó a mirar al pongo con sus densos ojos, ése, ese hombrecito habló muy claramente. Su rostro seguía un poco espantado.

-Gran señor, dame tu licencia; padrecito mío, quiero hablarte -dijo

El patrón no oyó lo que oía.

- ¿Qué? ¿Tú eres quien ha hablado u otro? -preguntó.

-Tu licencia, padrecito, para hablarte. Es a ti a quien quiero hablarte -repitió el pongo.

-Habla… si puedes -contestó el hacendado.

-Padre mío, señor mío, corazón mío -empezó a hablar el hombrecito -Soñé anoche que habíamos muerto los dos, juntos; juntos habíamos muerto.

- ¿Conmigo? ¿Tú? Cuenta todo, indio -le dijo el gran patrón.

-Corno éramos hombres muertos, señor mío, aparecimos desnudos, los dos, juntos; desnudos, ante nuestro gran Padre San Francisco.

- ¿Y después? ¡Habla! -ordenó el patrón, entre enojado e inquieto por la curiosidad.

-Viéndonos muertos, desnudos, juntos, nuestro gran Padre San Francisco nos examinó con sus ojos que alcanzan y miden no sabemos hasta qué distancia. Y a ti y a mí nos examinaba, pesando, creo, el corazón de cada uno y lo que éramos y lo que somos. Corno hombre rico y grande, tú enfrentabas esos ojos, padre mío.

- ¿Y tú?

-No puedo saber cómo estuve, gran señor. Yo no puedo saber lo que valgo.

-Bueno. Sigue contando.

-Entonces, después, nuestro Padre dijo con su boca: “De todos los ángeles, el más hermoso, que venga. A ese incomparable que lo acompañe otro ángel pequeño, que sea también el más hermoso. Que el ángel pequeño traiga una copa de oro, y la copa de oro llena de la miel de chancaca más transparente”

- ¿Y entonces? –preguntó el patrón.

Los indios siervos oían, oían al pongo, con atención sin cuenta, pero temerosos.

-Dueño mío: apenas nuestro gran Padre San Francisco dio la orden, apareció, brillando, alto como el sol; vino hasta llegar delante de nuestro Padre, caminando despacito. Detrás del ángel mayor marchaba otro pequeño, bello, de luz suave como el resplandor de las flores. Traía en las manos una copa de oro.

- ¿Y entonces? -repitió el patrón

- “El ángel mayor: cubre a este caballero con la miel que está en la copa de oro; que tus manos sean como plumas cuando pasen sobre el cuerpo del hombre”, diciendo, ordenó nuestro gran Padre. Y así, el ángel excelso, levantando la miel con sus manos, enlució tu cuerpecito, todo desde la cabeza hasta las uñas de los pies. Y te erguiste, solo; en el resplandor del cielo la luz de tu cuerpo sobresalía, como si estuviera hecho de oro, transparente.

-Así tenía que ser -dijo el patrón, y luego preguntó:

- ¿Y a ti?

Cuando tú brillabas en el cielo, nuestro gran Padre San Francisco volvió a ordenar: “Que de todos los ángeles del cielo venga el de menor valer, el más ordinario. Que ese ángel traiga en un tarro de gasolina excremento humano”.

- ¿Y entonces?

-Un ángel que ya no valía, viejo, de patas escamosas, al que no le alcanzaban las fuerzas para mantener las alas en su sitio, llegó ante nuestro gran Padre; llegó bien cansado, con las alas chorreadas, trayendo en las manos un tarro grande. “Oye, viejo -ordenó nuestro gran Padre a ese pobre ángel- embadurna el cuerpo de este hombrecito con el excremento que hay en esa lata que has traído; todo el cuerpo, de cualquier manera; cúbrelo como puedas. ¡Rápido!”. Entonces, con sus manos nudosas, el ángel viejo, sacando el excremento de la lata, me cubrió, desigual, el cuerpo, así como se echa barro en la pared de una casa ordinaria, sin cuidado. Y aparecí avergonzado, en la luz del cielo, apestando...

-Así mismo tenía que ser -afirmó el patrón- ­ ¡Continúa! ¿O todo concluye allí?

-No, padrecito mío, señor mío. Cuando nuevamente, aunque ya de otro modo, nos vimos juntos, los dos, ante nuestro gran Padre San Francisco, él volvió a miramos, también nuevamente, ya a ti ya a mí, largo rato. Con sus ojos que colmaban el cielo, no sé hasta qué honduras nos alcanzó, juntando la noche con el día, el olvido con la memoria. Y luego dijo: “Todo cuanto los ángeles debían hacer con ustedes ya está hecho. Ahora ¡lámanse el uno al otro! Despacio, por mucho tiempo”. El viejo ángel rejuveneció a esa misma hora; sus alas recuperaron su color negro, su gran fuerza. Nuestro Padre le encomendó vigilar que su voluntad se cumpliera.


 Comprensión de lectura

¿Cómo era el hombrecito?
¿Qué le preguntó el patrón delante de las mujeres y hombres que estaban a su servicio y que respondió el pongo?
La mestiza cocinera ¿Qué había dicho del pongo?
¿El patrón que le obligaba a hacer y cómo golpeaba al pongo?
¿Qué sabía imitar el pongo?
¿Quién decía “recemos el padrenuestro”?
¿Qué pasó una tarde a la hora del Ave María?
¿El pongo para qué le pidió permiso?
¿Cuál era el sueño del pongo?
¿Cuáles eran los personajes que estaban en el sueño del pongo?
¿Qué hizo el ángel mayor?
¿Qué hizo el ángel viejo de patas escamosas?
Finalmente, ¿el padre San Francisco qué ordenó al patrón y al pongo que tenían que hacer por mucho tiempo?


Mensaje

¿Qué mensaje nos transfiere el autor con su cuento " El sueño del pongo"?
¿Qué es lo que más te gustó del cuento?
¿Crees que en la actualidad existan situaciones semejantes a este cuento en algunas partes de nuestro Perú?


Buscar en el diccionario el significado de las palabras:

Patrón
Pongo
Mestiza
Hacienda
Siervo
Servidumbre
Vizcacha
Mofa
Resplandor
Escamas
Embadurnar
Excremento
 

Apuntes biográficos de José María Arguedas Altamirano.-

Nació en Andahuaylas en 1911. Quedó huérfano de madre, al cuidado de la servidumbre indígena de la casa, de la cual aprendió el quechua. Viajó acompañando a su padre, que era juez de paz, por Apurímac, Ayacucho, Cusco, Yauyos. Estudió Antropología en la universidad de San Marcos, y se desempeñó como docente en ella y en la universidad Agraria.

Su obra está marcada por un sostenido intento de mostrar al indígena como es realmente, en su cultura: el paisaje, las costumbres, el idioma, la relación con el conquistador, es decir, con el amo. Muchos escritores prestigiosos de la época, como Carda Calderón y López Albújar, presentaban una visión del indio "extraña y tonta", según sus propias palabras, y la obra de Arguedas representa una reivindicación de los descendientes de los pobladores de nuestra América antes de la llegada de Colón.

En 1932 aparece su primer cuento " Warma Kuyay". En 1935 publica su primer libro de cuentos "Agua". En 1937 es encarcelado como preso político en "El Sexto". En 1939 ejerce el magisterio en el Cusco. En 1941 publica su primera novela "Yawar Fiesta". En 1954 publica "Diamante y pedernales". En 1957 consigue el grado de bachiller en Etnología. En 1958 publica "Ríos profundos", 1961 publica la novela "El Sexto", 1962 edita "La agonía de Rasu Ñiti". En 1963 es nombrado director de la Casa de La Cultura. En 1964 publica "Todas las sangres”.  En 1965 publica " El sueño del pongo". En 1967 se casa por segunda vez con Sibyla Arredondo. En 1967 edita el libro de cuentos "Amor mundo" y su obra póstuma "El zorro de arriba y el zorro de abajo". En1968 termina su magisterio en la universidad de san Marcos y casi simultáneamente es elegido jefe del departamento de Sociología de la universidad Agraria, ese mismo año se le otorga el premio "Inca Garcilaso de la Vega". 

 

viernes, 3 de junio de 2022

Pregúntale a la vida

Pregúntale a la vida

A: Mi hermana Aida Villaseca Zevallos
Autor: Jaime Villaseca Zevallos

I

Entre abril y mayo se perdieron los colores en tus ojos,
se durmieron sus latidos en la mar inmensa,
el viento dejó de existir aplastado por la nieve,
las flores del cielo en la noche detenida.
Su perfume se evaporó entre una y otra nube,
sus labios calientes atrapados en el rosado mármol.
El calor es hielo que hiere el alma,
su voz en alas de las aves mudas,
la luna en mi pena quiere ocultarse,
la alegría de tus nietas en una sola lágrima
-Bryanna, Luciana y Mariana-,
un frasco vacío de ausencia y vida,
dulce de tu corazón y de las fresas,
la sal está presa a cambio de liberar tu canto.

II

Le pregunté a la vida:
¿Estaba escrito que tú serias nuestra hermana?,
¿qué hubiese sido sin ti?,
¿quizá no escribiría sin tu dolor ausente?,
¿podré escribir hasta que regreses?,
¿quién me llamará para que pruebe la sazón de tus manos?,
¿serán versos desesperados que abren mis heridas?,
¿en tu ausencia, quién beberá de mis lágrimas?,
¿buscaré el otoño para vivir con la mitad de mi sangre?,
¿caminaré hasta encontrar la profundidad del mar, sin dejar de respirar?,
¿consolaré mi alma, en la sal india que clama la libertad de la vida?,
¿en la bella piel de la noche en que reposa el sol?,
¿descubriré la sonrisa de la luna en tu boca?,
¿la primavera me buscó en su día, en una cuna de flores?,
¿me encontró en medio de la luz del cielo?,
¿aprendí a caminar en la inocente oscuridad?,
¿empecé a hablar escuchando a los grillos, en el griterío de la lluvia?,
¿mirando a las hormigas empecé a pensar?.
De pie, mi alma viva ve al león de la maldad
viniendo a devorarme,
mi escudo está hecho de mucha fe.

III

A veces me pregunto si el dolor me hará vivir más.
De mi llanto sacaré rosas escarlatas,
para que mi corazón desate el nudo y respire,
para que huyan los días secuestrados,
para que los ríos regresen a sus cauces olvidados.
Cuando cante el chilalo, la tarde amanecerá despierta,
las osamentas humanas se levantarán eternas,
y el aire libere en el aroma de las flores
el secreto del cálculo y su reflejo,
en la carga estacional de los árboles,
el orden en que caen las hojas y vuelven,
la voz que solo escuchan las estrellas y las sostiene.
El pequeño pájaro que cruza dos mares con sus alas divinas,
en cada segundo un día,
un día de mil años en el tronco de un secoya,
el día que muere en el alma bella de la mariposa,
la voz que esperan las tumbas calladas,
en el día de mil años.
Los peces me enseñaron a nadar,
el vino terminaba de fermentar en tus labios,
a tu paso, las flores liberaban su perfume,
la música del aire fresco en el blanco y negro,
de las orillas y notas del dolor.
Las calles han notado que te has ido con tu sonrisa dormida,
mirando el cielo.

IV

Le pediré perdón al sufrimiento que no era tuyo,
cuando apareció tu sonrisa en un ventanal,
me acordé de mi amor temprano,
cuando besé las pecas de la china, era un niño,
lloraste mi desengaño para que no me lleve el dolor que me persigue.
Cuando el fuego se batió con la noche,
entre cadenas y espadas,
aparecieron las estrellas,
el polvo de los primeros metales en la cola de un ave celestial,
en la mano de un niño, el cometa zumbador asombra a las aves.
Cae la lluvia sobre el suelo con su alfombra verde,
la semilla se inclina entre oraciones guardadas,
crece
        crece
                crece
hasta encontrar multiplicada su semilla en el fruto,
se abre el ¡ay! del primer parto,
la luna exhibe su blanco seno,
la función perfecta en la leche santa y protegida,
el diseño del equilibrio y el movimiento en nuestros huesos.
Esta prosa ha empezado y no termina.
La escribiré dentro de mí para no olvidarte,
entre dulces espinas para recordarte.
La vida que viene
no tendrá final...

Sullana - Perú, 7/10 mayo de 2022.
Derechos reservados y de autor.