Chalena no vivió una sino
muchas vidas…
Su
cuna fue un pueblito llamado Jíbito, en Sullana, y la canción de su infancia la
entonó el largo rumor del río Chira, verde como sus ojos. En casa oían la radio
por las noches cuando su papá, el Negro Vásquez, ponía los valses y boleros de
entonces y las voces criollas parecían venir de un cielo repleto de estrellas.
Al
terminar el colegio se fue a estudiar Ciencias Económicas y Sociales a la
Universidad de Trujillo, pero muy pronto la música se la llevó por
interminables caminos. Se hizo estudiante de piano en el Conservatorio, cuando
los maestros castigaban la herejía de tocar un aire popular porque malograba la
técnica, decían. Fue también el tiempo que descubrió la narrativa de Arguedas,
el mundo mágico de músicos y danzantes marchando en pueblos oscurecidos por
abusos e injusticias.
Chalena
se graduó como musicóloga en el Conservatorio Nacional de Música y realizó un
posgrado en Etnomusicología en Venezuela. Los primeros años de su matrimonio se
dedicó al estudio de la Fiesta de la Virgen del Carmen de Paucartambo, donde
descubrió el valor simbólico de los mitos andinos latiendo vivos en
coreografías y mudanzas. Todo esto lo escribió en un voluminoso libro que
permanece inédito y trajinado por las peregrinaciones de casi 30 años en busca
de editora.
Chalena
no vivió una sino muchas vidas, todas intensas y
encendidas por la urgencia de un mundo que había que transformar. Compuso
decenas de canciones al agua, al campo, la soledad, los amores, los dolores de
la injusticia y al joven mítico que tenía un charango debajito de su poncho,
cerquita del corazón; musicalizó poesías que fueron waynos, santiagos, harawis,
mulizas, marineras, tonderos o valses, géneros que conoció profundamente.
Fueron célebres sus clases de música popular mientras caminaba rodeada de
jóvenes contagiados por su entusiasmo, muchachos del teatro, la danza, la música
y la locura, tocados todos por la generosidad de una Chalena que tejía con
hilos de colores, con hilos invisibles que terminó regalando para que florezca
la vida.
Tonadas al pie de la soledad
fue el nombre de su último disco, como adelantándose al cumplimiento de un
destino dibujado por el pulso feroz de la nostalgia. Chalena Vásquez partió de
este mundo hace apenas unos días y quienes vivimos cerca de su Corazón
alborotado, nos hemos quedado silbando sus tonadas al pie de una implacable
soledad. Alalau, Chalenita.
(Marino
Martínez Espinoza, músico e investigador).
nació el 20 de octubre de 1950 en Sullana,
radicando en el pueblo de Jíbito, jurisdicción de Sullana.
Fallece el 11 de diciembre del 2016
Escrito publicado en la revista “Caretas”,
Edición 2468: miércoles, 21 de diciembre de 2016