viernes, 3 de junio de 2022

Pregúntale a la vida

Pregúntale a la vida

A: Mi hermana Aida Villaseca Zevallos
Autor: Jaime Villaseca Zevallos

I

Entre abril y mayo se perdieron los colores en tus ojos,
se durmieron sus latidos en la mar inmensa,
el viento dejó de existir aplastado por la nieve,
las flores del cielo en la noche detenida.
Su perfume se evaporó entre una y otra nube,
sus labios calientes atrapados en el rosado mármol.
El calor es hielo que hiere el alma,
su voz en alas de las aves mudas,
la luna en mi pena quiere ocultarse,
la alegría de tus nietas en una sola lágrima
-Bryanna, Luciana y Mariana-,
un frasco vacío de ausencia y vida,
dulce de tu corazón y de las fresas,
la sal está presa a cambio de liberar tu canto.

II

Le pregunté a la vida:
¿Estaba escrito que tú serias nuestra hermana?,
¿qué hubiese sido sin ti?,
¿quizá no escribiría sin tu dolor ausente?,
¿podré escribir hasta que regreses?,
¿quién me llamará para que pruebe la sazón de tus manos?,
¿serán versos desesperados que abren mis heridas?,
¿en tu ausencia, quién beberá de mis lágrimas?,
¿buscaré el otoño para vivir con la mitad de mi sangre?,
¿caminaré hasta encontrar la profundidad del mar, sin dejar de respirar?,
¿consolaré mi alma, en la sal india que clama la libertad de la vida?,
¿en la bella piel de la noche en que reposa el sol?,
¿descubriré la sonrisa de la luna en tu boca?,
¿la primavera me buscó en su día, en una cuna de flores?,
¿me encontró en medio de la luz del cielo?,
¿aprendí a caminar en la inocente oscuridad?,
¿empecé a hablar escuchando a los grillos, en el griterío de la lluvia?,
¿mirando a las hormigas empecé a pensar?.
De pie, mi alma viva ve al león de la maldad
viniendo a devorarme,
mi escudo está hecho de mucha fe.

III

A veces me pregunto si el dolor me hará vivir más.
De mi llanto sacaré rosas escarlatas,
para que mi corazón desate el nudo y respire,
para que huyan los días secuestrados,
para que los ríos regresen a sus cauces olvidados.
Cuando cante el chilalo, la tarde amanecerá despierta,
las osamentas humanas se levantarán eternas,
y el aire libere en el aroma de las flores
el secreto del cálculo y su reflejo,
en la carga estacional de los árboles,
el orden en que caen las hojas y vuelven,
la voz que solo escuchan las estrellas y las sostiene.
El pequeño pájaro que cruza dos mares con sus alas divinas,
en cada segundo un día,
un día de mil años en el tronco de un secoya,
el día que muere en el alma bella de la mariposa,
la voz que esperan las tumbas calladas,
en el día de mil años.
Los peces me enseñaron a nadar,
el vino terminaba de fermentar en tus labios,
a tu paso, las flores liberaban su perfume,
la música del aire fresco en el blanco y negro,
de las orillas y notas del dolor.
Las calles han notado que te has ido con tu sonrisa dormida,
mirando el cielo.

IV

Le pediré perdón al sufrimiento que no era tuyo,
cuando apareció tu sonrisa en un ventanal,
me acordé de mi amor temprano,
cuando besé las pecas de la china, era un niño,
lloraste mi desengaño para que no me lleve el dolor que me persigue.
Cuando el fuego se batió con la noche,
entre cadenas y espadas,
aparecieron las estrellas,
el polvo de los primeros metales en la cola de un ave celestial,
en la mano de un niño, el cometa zumbador asombra a las aves.
Cae la lluvia sobre el suelo con su alfombra verde,
la semilla se inclina entre oraciones guardadas,
crece
        crece
                crece
hasta encontrar multiplicada su semilla en el fruto,
se abre el ¡ay! del primer parto,
la luna exhibe su blanco seno,
la función perfecta en la leche santa y protegida,
el diseño del equilibrio y el movimiento en nuestros huesos.
Esta prosa ha empezado y no termina.
La escribiré dentro de mí para no olvidarte,
entre dulces espinas para recordarte.
La vida que viene
no tendrá final...

Sullana - Perú, 7/10 mayo de 2022.
Derechos reservados y de autor.