miércoles, 26 de mayo de 2021

El viaje a la semilla de Gonzalo Higueras

El intento de una novela “histórica” que atrape los temas más diversos y complejos de la “piuranidad” dentro de la narrativa actual piurana, tiene en las novelas de Gonzalo Higueras un resultado sincero, por expresar sus avatares del hombre moderno, en un mundo lleno de rutinas e intrascendentes mecanismos, disperso en el desacorde del tiempo, en el periplo de la vida, y el desconcierto de los límites de la muerte

Por Armando Arteaga

La narrativa de Gonzalo Higueras, por momentos, logra un desgarramiento interior muy intenso en su última novela “El Primer Vicús” (Editorial Atalaya, febrero 2020) ¿Por qué no logré entender el amor? Se pregunta, el personaje principal Juan Valladolid, al volver de cara a su realidad, al divagar por sus recuerdos de su vida fragmentada. Testimonio de una inadaptación, manifestación de un acercamiento directo al “ser piurano”, sentimiento y emoción de una dicción expresiva, invadida de ficción y realidad vigente, hecha de pasión y de canto, una traducción de dolor e ironía.

Esa angustia asistencial moderna -muchas veces- obliga al hombre moderno peruano a trascender a través del amor, logró en su cultura un sincretismo –de cierto mestizaje- en donde el lenguaje de dos realidades tan diferentes: el mundo europeo y el mundo indígena, se mesclaron, para siempre, en una patria, en una razón de ser, en la metáfora de una unidad dando origen a formas expresivas de preocupaciones occidentales unidas a un interés de la herencia originaria en temas de gran contenido humano.

El viaje fantástico y centrífugo, de una espiral intermitente, de Juan Valladolid, desde Chulucanas en Perú, hasta Arezzo en Italia, no lo redime, del –concluyente- retorno centrípeto, del repentino desenlace, al laberinto de su choledad, renacimiento de “todos vuelven” al lugar donde nacieron, a partir del distanciamiento al mirar unas fotografías de objetos artísticos de la cultura “Vicús”. Una historia que logra consolidarse en el silencio de las cosas, en la búsqueda hacia el pasado desde una cotidianidad existente. Reintegra, en su narratología estética, los recursos técnicos y los atributos de la perspicaz y desenvuelta prosa de Juan-Marie-Gustave Le Clézio (de la “nouveau roman” francesa), y de los aportes del realismo de Alejo Carpentier.

Ya Gonzalo Higueras nos había deleitado con su anterior novela “El Último Tallan” (Editorial Arkabas, septiembre 2010), en una consistente indagación sobre lo tallan, del detallado conocimiento que tiene sobre la historia y la arqueología del pasado piurano, todo ese “background” que mezcla mitos y leyendas, con “ficciones” de personajes como Ñuri y Walac, Luis Colán (el “principal” de san Lucas) y Manuela Sáenz (La Libertadora del Libertador), el pescador paiteño José Cañote, y José Pardo, el último tallan. La novela como una totalidad, las partes que parecen “relatos” como escenas donde lucen las vidas de los personajes.

Aunque Gonzalo Higueras confiesa devoción por la obra del mexicano Juan Rulfo y del piurano Miguel Gutiérrez, creo que su narrativa está ubicada y vigente, por supuesto, en otros universos. No es necesario encasillar su mirada en un contexto local. Describe muy bien escenarios europeos visitados por “peruchos”, por ejemplo, este párrafo: “Antes de culminar su maestría, Juan Valladolid conoció a Francesca Rossetú. Se cruzaron caminando por la Plazza della Signoria en Florencia. El vestía ropas discretas, tenía la piel crispada de timidez, arrugado en un mundo desconocido. Al verla balbuceó, como si hubiera debilitado su memoria. Francesca lucía una belleza voluptuosa para los sentidos de Valladolid; poseía unos largos cabellos de oro y un rostro expresivo y fascinador; su inteligencia se reflejaba como una luz en sus rasgos, y los ojos, aunque pequeños, relucía espontáneamente; llevaba una blusa fina y una falda que flotaba sutil, exótica, como la aparición de un sueño de primavera”. Un clasismo técnico y un realismo social moderno que le da plenitud a la realidad.

Pero también, Gonzalo Higueras, posee esa racionalidad admirable cuando describe la realidad piurana, así el puente viejo, que era el único paso entre Piura y Tacalá, Castilla: “Fue construido en 1893, gracias a la Compañía Duncan Fox, su gerente Roberto Temple, y el piuranísimo Miguel Checa y Checa, que garantizó su construcción. Fue un puente de fierro muy bello, de origen inglés, con balcones en forma de semicírculo, donde los piuranos se enfrascaban en inacabables tertulias en el murmullo de su corriente”.

Una tendencia a la confesión realista, un atento anhelo de comunicación con nostalgia, resignadamente una expresión del realismo local que cristaliza la memoria de los piuranos.

Novela de gran intensidad, que resalta escenarios de Chulucanas y el Alto Piura, costumbres, chismes, chistes, cumananas, tonderos, y anécdotas, que son el fuerte de la oralidad piurana, que le da por momentos una visión sentimental hacia la santa tierra, cuando Valladolid visita el poblado de Yapatera, con sus afrodescendientes en la plaza, un pueblo en desprolijo, con su iglesia aún sin terminar y sus pistas y veredas bastantes descuidadas. Pero de pronto surge la alegría del cumananero Fernando Barrenzuela, y la “leyenda urbana” de su encuentro también con Mario Vargas Llosa, lleno de múltiples ocurrencias, cuando el Nobel fue a buscar información sobre los tiempos del auge del “oro blanco” en las haciendas algodoneras de Yapatera.

“El Primer Vicús” de Gonzalo Higueras en un buen aporte para el prestigio de la novela piurana

Página 15 del suplemento dominical "Semana" donde se publica el artículo
"El viaje a la semilla de Gonzalo Higueras" descrito líneas arriba aquí

Análisis literario realizado por Armando Arteaga
al escritor Gonzalo Higueras sobre su novela “El Primer Vicús”,
publicado en el suplemento dominical “SEMANA”,
diario “El Tiempo” Pág 15, Piura, domingo 9 de mayo 2021