El intento de una novela “histórica” que atrape los temas más
diversos y complejos de la “piuranidad” dentro de la narrativa actual piurana,
tiene en las novelas de Gonzalo Higueras un resultado sincero, por expresar sus
avatares del hombre moderno, en un mundo lleno de rutinas e intrascendentes
mecanismos, disperso en el desacorde del tiempo, en el periplo de la vida, y el
desconcierto de los límites de la muerte
Por Armando Arteaga
La
narrativa de Gonzalo Higueras, por momentos, logra un desgarramiento interior
muy intenso en su última novela “El Primer Vicús” (Editorial Atalaya,
febrero 2020) ¿Por qué no logré entender el amor? Se pregunta, el personaje
principal Juan Valladolid, al volver de cara a su realidad, al divagar por sus
recuerdos de su vida fragmentada. Testimonio de una inadaptación, manifestación
de un acercamiento directo al “ser piurano”, sentimiento y emoción de una
dicción expresiva, invadida de ficción y realidad vigente, hecha de pasión y de
canto, una traducción de dolor e ironía.
Esa
angustia asistencial moderna -muchas veces- obliga al hombre moderno peruano a
trascender a través del amor, logró en su cultura un sincretismo –de cierto
mestizaje- en donde el lenguaje de dos realidades tan diferentes: el mundo
europeo y el mundo indígena, se mesclaron, para siempre, en una patria, en una
razón de ser, en la metáfora de una unidad dando origen a formas expresivas de
preocupaciones occidentales unidas a un interés de la herencia originaria en
temas de gran contenido humano.
El
viaje fantástico y centrífugo, de una espiral intermitente, de Juan Valladolid,
desde Chulucanas en Perú, hasta Arezzo en Italia, no lo redime, del
–concluyente- retorno centrípeto, del repentino desenlace, al laberinto de su
choledad, renacimiento de “todos vuelven” al lugar donde nacieron,
a partir del distanciamiento al mirar unas fotografías de objetos artísticos de
la cultura “Vicús”. Una historia que logra consolidarse en el silencio de las
cosas, en la búsqueda hacia el pasado desde una cotidianidad existente.
Reintegra, en su narratología estética, los recursos técnicos y los atributos
de la perspicaz y desenvuelta prosa de Juan-Marie-Gustave Le Clézio (de la “nouveau
roman” francesa), y de los aportes del realismo de Alejo Carpentier.
Ya
Gonzalo Higueras nos había deleitado con su
anterior novela “El Último Tallan” (Editorial Arkabas, septiembre 2010), en
una consistente indagación sobre lo tallan, del detallado conocimiento que
tiene sobre la historia y la arqueología del pasado piurano, todo ese
“background” que mezcla mitos y leyendas, con “ficciones” de personajes como
Ñuri y Walac, Luis Colán (el “principal” de san Lucas) y Manuela Sáenz (La
Libertadora del Libertador), el pescador paiteño José Cañote, y José Pardo, el
último tallan. La novela como una totalidad, las partes que parecen “relatos”
como escenas donde lucen las vidas de los personajes.
Aunque
Gonzalo Higueras confiesa devoción por la obra del mexicano Juan Rulfo y del
piurano Miguel Gutiérrez, creo que su narrativa está ubicada y vigente, por
supuesto, en otros universos. No es necesario encasillar su mirada en un
contexto local. Describe muy bien escenarios europeos visitados por “peruchos”,
por ejemplo, este párrafo: “Antes de culminar su maestría, Juan
Valladolid conoció a Francesca Rossetú. Se cruzaron caminando por la Plazza
della Signoria en Florencia. El vestía ropas discretas, tenía la piel crispada
de timidez, arrugado en un mundo desconocido. Al verla balbuceó, como si
hubiera debilitado su memoria. Francesca lucía una belleza voluptuosa para los
sentidos de Valladolid; poseía unos largos cabellos de oro y un rostro
expresivo y fascinador; su inteligencia se reflejaba como una luz en sus rasgos,
y los ojos, aunque pequeños, relucía espontáneamente; llevaba una blusa fina y
una falda que flotaba sutil, exótica, como la aparición de un sueño de
primavera”. Un clasismo técnico y un realismo social moderno que le da
plenitud a la realidad.
Pero
también, Gonzalo Higueras, posee esa racionalidad admirable cuando describe la
realidad piurana, así el puente viejo, que era el único paso entre Piura y
Tacalá, Castilla: “Fue construido en 1893, gracias a la Compañía Duncan Fox, su gerente
Roberto Temple, y el piuranísimo Miguel Checa y Checa, que garantizó su
construcción. Fue un puente de fierro muy bello, de origen inglés, con balcones
en forma de semicírculo, donde los piuranos se enfrascaban en inacabables
tertulias en el murmullo de su corriente”.
Una tendencia a la
confesión realista, un atento anhelo de comunicación con nostalgia,
resignadamente una expresión del realismo local que cristaliza la memoria de
los piuranos.
Novela
de gran intensidad, que resalta escenarios de Chulucanas y el Alto Piura,
costumbres, chismes, chistes, cumananas, tonderos, y anécdotas, que son el
fuerte de la oralidad piurana, que le da por momentos una visión sentimental
hacia la santa tierra, cuando Valladolid visita el poblado de Yapatera, con sus
afrodescendientes en la plaza, un pueblo en desprolijo, con su iglesia aún sin
terminar y sus pistas y veredas bastantes descuidadas. Pero de pronto surge la
alegría del cumananero Fernando Barrenzuela, y la “leyenda urbana” de su
encuentro también con Mario Vargas Llosa, lleno de múltiples ocurrencias,
cuando el Nobel fue a buscar información sobre los tiempos del auge del “oro
blanco” en las haciendas algodoneras de Yapatera.
“El
Primer Vicús” de Gonzalo Higueras en un
buen aporte para el prestigio de la novela piurana
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Página 15 del suplemento dominical "Semana" donde se publica el artículo "El viaje a la semilla de Gonzalo Higueras" descrito líneas arriba aquí |
Análisis literario realizado por Armando Arteaga
al escritor Gonzalo Higueras sobre su novela “El Primer Vicús”,
publicado en el suplemento dominical “SEMANA”,
diario “El Tiempo” Pág 15, Piura, domingo 9 de mayo 2021